miércoles, 22 de octubre de 2008

La luna nos vio besarnos

-Sabes, creo que me debes algo
-¿Cómo qué?
-Como un beso
-Yo no te debo nada
-Sí, sí me lo debes, por que te amé y nunca me lo has dado
-Tú sabes que no puedo… aunque lo quisiera…
-Si lo quieres ¿qué más da?
-Es como una infidelidad
-Infidelidad que teniendo hoy la oportunidad no lo hagas
-Pero…
Antes de que él concluyera, ella fue veloz, atrapó sus labios entre los de ella, rápidamente los abrió para sentir la lengua tímida que no quería ceder, pero que terminó bailando al mismo ritmo que la de ella.
Acabó tomándole el labio inferior con sus dientes, sin tanta fuerza para no lastimar.
Los brazos prendidos al otro cuerpo, como si nunca se quisieran volver a separar.
A ella se le escapó un suspiro y él no aguantó más, tiró levemente de sus cabellos, se acercó a su oído y habló como debió de haberlo hecho desde hace tiempo, dejando sus prejuicios atrás:
-Qué ganas de que te pongas el vestido rojo solo para mí, de arrancártelo como debió ser aquella noche, de que me quites el saco, la corbata y el cinturón, y hacer lo que estaba escrito pero que no nos atrevimos, de quedarme dormido sobre tu cabello, abrazado a tu cintura para compartir el mismo sueño una y otra vez, poder despertar a tu lado y saberte solo mía…
Y qué ganas tenían los dos, pero ambos sabían que las cosas no podían ser así, pronto debían volver a la realidad y mañana despertarían cada uno en su cama, solos, pensando que hubiera sido hermoso intentar regresar al pasado, a la noche del vestido rojo, imaginar que nunca lloraron, que nunca se perdieron, ni se mintieron, que la distancia y la rutina no acabó por matarlos y llevarlos a terminar entre caricias baratas que no saben a amor, más bien saben a momento…
-Sígueme abrazando que me estoy haciendo vieja
-La luna es el testigo de mi amor, la luna nos vio besarnos…

jueves, 9 de octubre de 2008

Morfina Roja

Si fresas me da la vida, solo me queda comer mermelada...
Si paso los días en campos de fresas, sacúdeme con el narcótico humo del amor.
Cálmame, antes de que el crepúsculo me deje ciega, y la luna no brille porque no hay corazones.
Cuando el amor se viste de rojo, los gitanos juegan a bailar y me hago invisible en la biblioteca.
No me vas a querer cuando me veas la sangre azul y la piel dorada, o solo notes el tatuaje de OM en mi nuca.
Ese cabello no es mío, ni esa pulsera de caracolas, será de otra, así como tu corazón.
Escríbeme un cuento en el que sea princesa, una muy tonta, una muy fea, sin príncipe, ni razón.
Empuña tu pluma y conviérteme, porque podría ser tuya si lo quisieras, solo debes gritar: ¡Morfina Roja! Para experimentar una sobredosis de amor que en las noches ya no te dejaría dormir. Luego el amor se siente como un problema digestivo y solo queda vomitarlo todo, sentimiento a sentimiento, pasión a pasión. Hasta librarse de la vasca y buscar una presa más eficiente, que no juzgue ni haga escenas.
Espero que no me consuma un bombazo mientras me pruebo un chuyo, porque me falta salir al mundo con una mochila en el hombro y un puño de fresas rojas en la mano.