domingo, 29 de marzo de 2009

Un juego desgastante

¡QUE alguien me RECUERDE qué carajos

HAGO

jugando al AMOR

con él!

domingo, 1 de marzo de 2009

El tipo de aquella húmeda y caliente noche

Inexplicable sentimiento se apoderó de sus ojos castaños, no pudo hablar, no supo como mentir, como ocultar la sorpresa provocada por esas manos frías.
Apretó los labios para que de su boca no saliera el menor ruido posible y de un golpe se tragó el cansancio mezclado ahora con una adrenalina que le hacía sudar, que tensionaba sus músculos y acaloraba su piel.
Todo en un imperceptible momento que él no supo interpretar, que su pasión no hacía más que acribillar.
Golpe a golpe en cada poderoso latido de su joven corazón.
¿Cómo hacía para no descoserse entre el tumulto de emociones que el solo contacto de una piel le producía?
Era factible en cualquier momento que su piel se quebrara como una porcelana precipitada al suelo y de su interior botara aquel oscuro líquido que se embarra en el más cuidadoso silencio.
No le interesaba nada más, gustosa habría matado en ese momento, y se habría dejado matar.
Nadie pudo entender qué fue lo qué pasó esa noche y cómo a todos los recuerdos les pasa, el tiempo lo fue deformando, lo fue volviendo amarillento y frágil como hojas de papel. Aún no se si hicieron el amor, tuvieron sexo o solo fue un incontrolable toqueteo que los dejo más perturbados que al inicio, antes de haberse conocido, cuando sus miradas se cruzaban en sueños, pero no podían posar las manos sobre la mutua piel.
Después de aquella húmeda y cálida noche, ella cayó enferma de largos insomnios, de un sueño sin sueños que no le permitía descansar y una calentura que a fuego lento le cocinaba cada neurona hasta hacerla sentir que iba a explotar.
Lo último que me contó fue que no volvió a verlo, que se le fue con la resaca y el último sueño hecho realidad.
No recordamos su nombre, pero su atuendo está presente en mi memoria, los botines limpios, las muñecas cubiertas de pulseras, el saco de pana, la playera deslavada y los vaqueros. Sin embargo, mi mente esconde el color de sus ojos, recuerdo un rostro sin facciones, una cabeza sin cara.
Si hoy lo viera no reconocería que fue él, y él no sabría todo lo que yo sé porque no tendría oportunidad de decírselo, de hacerlo callar, porque sus pisadas aún resuenan por toda la casa y hay un olor que percibo solo cuando el viento esta sereno y no lo arranca da las paredes para llevárselo a pasear.
Probablemente si lo huelo lo reconocería, entonces podría decirle lo que ella vivió, podría decirle cómo lo extrañamos: ella por haberla tocado, yo por no haberme hecho caso.
Su encanto tiene un efecto perdurable y de noche parece como si fuera a venir buscando a alguna de las dos, para callarnos a besos y sacrificar los restos de nuestra inocencia en una noche mucho más caliente que larga, mucho más húmeda que oscura.
Ojalá vuelva pronto, ojalá llegara ya.