viernes, 27 de abril de 2012

A veces es complicado aceptar la realidad, aceptar, por ejemplo, que solo fuiste una aventura de verano y no tanto como un cariño. Sin embargo lo acepto y lo agradezco, porque con tu breve trato, me di ayudaste a darme cuenta de muchas cosas sobre mi personalidad y mis problemas actuales.

Gracias por todo.

Adiós.

De amantes y de dolores. Pt. IV

--El cansancio--

Dolores regresa del trabajo, enciende la ducha y se desnuda lentamente, el espejo le regresa la imagen de una mujer de senos pequeños y caídos, que empieza a acumular más grasa de la que resultaría estética en las caderas, el rostro está demacrado, los ojos marchitos, la piel reseca y Dolores se pregunta ¿dónde quedó la mujer brillante, atractiva? La que en algún momento fuera la perdición de un hombre comprometido. Hace memoria, pero no encuentra el momento en que se perdió.

El cansancio los invade, esta vez no es el cansancio de haberse amado con pasión, han perdido los días en que hacían el amor, es el cansancio de los reclamos, de la desesperación. Ninguno ha sido perfecto y eso lo saben de sobra, pero es complicado decir adiós. Dolores se ha perdido entre el rencor y ese lugar prohibido que ocupa por gusto en su vida, su rostro sigue siendo el de una joven hermosa, pero debajo de los senos, muy adentro del corazón, algo falta. El hueco de la dignidad que perdió al suplicar ser querida es un agujero de ratas que no ha podido volver a llenar, que crece como un veneno en su interior haciéndola sentir miserable, una mujer poco especial. Él la quiere y verla así lo lastima, pero no encuentra cómo sacarla de ese estado de depresión y regresa fastidiado. Ella por su parte, va cambiando el amor por el odio y el arrepentimiento de haberse entregado gustosa a un deseo tan absurdo.