---No somos solo dos---
La besa como nunca la han besado, con una mezcla de cariño, deseo y perversión.
La toma en sus brazos y la hace suya hasta el cansancio, ella mueve el aire con sus gemidos que se desbocan en gritos de placer y dolor. Es la escena más hermosa que mis ojos hayan visto jamás: dos seres perfectos entregados al puro instinto.
Ella no solo le entrega su cuerpo, le entrega el alma junto con los movimientos de su cadera, llora, pide más, un más que no llega, que se queda en una dolorosa petición.
Él la arropa como a un bebé, le besa la frente y sale para llegar a tiempo a su hogar, donde su esposa lo recibe con cara larga y le reclama el cansancio de cuidar a los hijos. Él la ignora, la abraza y se acuestan para dormir, a pesar de todo la abraza, porque de otra forma no puede conciliar el sueño. Esa es su vida feliz.
Dolores se queda quieta mientras el cuerpo se le entume lentamente, mirando el cielo desde la ventana abierta, mirando el desfile de recuerdos pasar, sintiendo cómo las sábanas se enfrían poco a poco, cubriéndose con la ausencia de su imposible amante.