domingo, 21 de noviembre de 2010

Deseos

En estos días he andado mal. Esa es la cruda verdad. Desde que mi relación pasada me dejó por su miedo infantil a enamorarse, mis días no han sido muy felices que digamos.
Pero no me malinterpreten, lo he intentado, lo juro.
Por las mañanas suena el despertador, siento el frío de la madrugada, aprieto los ojos. Realmente no quisiera tener que salir de entre las sábanas, pero sacó valor de debajo del colchón y comienzo el día.
En las noches, cuando regreso cansada, decepcionada, hastiada de la soledad y del vacío, me acuesto con ganas de soñar con una realidad mucho más alegre y satisfactoria, llena de placer y de ligereza. Los amigos a los que les platicó la miseria de mis entrañas se asustan, o me llaman exagerada, sonreirles cuesta un poco más.
Dicen que siempre se desea lo que no se tiene, una vez que se tiene el encantamiento se rompe y buscamos desear otra cosa, algo que en ese momento no podamos tener. Yo en agosto tuve todo, en ese momento lo único que deseaba era que mi vida se mantuviera así por mucho tiempo más... Pero como buen deseo, no llegó, duró apenas unas tres semanas, terminó un miércoles por la noche, sentada frente a la computadora, perdiendo una batalla que iba ganando, sin poder defenderme. Desde ese miércoles de agosto, que quisiera nunca hubiera llegado, me cuesta mucho trabajo estar en paz.