Este verano ha sido bueno, he podido descansar, disfrutar de beber y comer lo cual la báscula me ha estado recordando constantemente, he comenzado un proceso terapéutico y siento como si mi mente hubiera sido víctima de un terremoto, todo está en escombros, las cosas no están en su lugar, no están quietas.
Recostada en mi cama mirando el techo pienso en algo: me gustaría volver a tener 18 años, me gustaría recobrar la sonrisa honesta, la sorpresa en la mirada, la seguridad de que todo irá bien, las ganas de vivir, el amor, la inocencia hacia la humanidad, la añorada paz…
Creo que las cosas mejorarán, mantengo la esperanza, pero ya no quiero pensar, ya no quiero temer, ya no quiero desconfiar, en aquel entonces todo lo que importaba era un mensaje desde la Chona, leer a Harry Potter, adelgazar para la graduación y mantener un promedio envidiable.
Reflexiono desde mi cama que, tal vez, la mejor época de mi vida fue mi último año de prepa y que hoy deseo recobrar esa paz de espíritu, un amor sincero y la simple diversión.